martes, 1 de octubre de 2013

REHUSARSE A SER NADA

  

   Sus manos ásperas y cálidas hacían un gran contraste con el metal frío y liso. Sentía que el revólver tenía una especie de vida propia. Era un ente inanimado, pero que se expresaba de una manera que no lograba comprender. —¿Qué quieres que haga? —Dice Adriano, mientras mira su arma de forma vacilante. Evidentemente, él no recibe una respuesta.    
   
   Explotaban sus sienes, las gotas de sudor lo empapaban tanto como las lágrimas y no podía mantenerse inmóvil. Era un momento de total perturbación. Cada instante era infinito y a la vez totalmente efímero. Él se preguntaba si sería conveniente hacer ese acto de cobardía. A la vez, pasaba por su cabeza el que, posiblemente, ni siquiera merece la muerte… No merece absolutamente nada. Qué deshonra para la munición que, tal vez, acabaría con su vida.
   
   Adriano recuerda la siguiente frase: “Todas las crisis son pasajeras”. Pero, a modo de objeción, piensa que eso es válido solo para quienes están vivos. Él ha muerto. Su espíritu se ha desvanecido, ella se lo ha llevado. ¿Cuál es el sentido de que alguien siga en este infierno llamado mundo si ya no tiene las armas para luchar? Por supuesto, es una visión muy pesimista de la vida, sin embargo, no olvidemos que él ya no la tiene.
   
   Trata de tener un momento de lucidez y se pregunta si sería justo para quienes lo aman. Lamentablemente, se da cuenta que ya nadie lo hace. Él es el único que ama, aunque, en este instante, siente que sus sentimientos se están esfumando y siguiendo los pasos de su alma. 
   
   No está dispuesto a convertirse en un ser mecánico, en un esclavo más de la vida, en un sistema biológico simplemente. Las drogas ya no hacen el efecto deseado, el alcohol ya no calma el dolor, los sueños ya no le proporcionan el olvido y los libros ya no lo convierten en otra persona. 
   
   Estuvo en la cima, pero ahora está en el suelo lleno de colillas y orines. ¿Será verdad que siempre se puede? Ojalá hubiera siempre otra oportunidad. Nadie puede entender la vida en su totalidad, ni siquiera un puñado de esta. Tal vez caes y jamás te volverás a levantar. Quizá tu lugar es estar abajo, soportando el gélido y duro suelo. 
   
   Adriano, luego de la anterior reflexión, se termina de decidir. Piensa que tomar una decisión tan importante que puede cambiar su destino sería levantarse del llano. Al fin sus decisiones adquirirían una cierta importancia. Él sería el protagonista y el ejecutor de un evento tan trascendental. La espera terminó. Cogió la pistola y la puso exactamente al centro de su frente. Evitó pensar más, no quería arrepentirse, no podía retroceder otra vez. Solo se limitó a decir el nombre de aquella chica. Jaló el gatillo y soltó…
   
   La ruleta rusa no había sido efectiva. Seguía respirando, estaba ileso. Pero no sentía alegría, tampoco pensaba que era una señal divina. ¿Lo intentará otras vez, pero de forma certera?




Este final no me ha dejado satisfecho, aunque yo lo haya escrito. Al inicio pensaba en la sangre saltando a los lados como fuegos artificiales. Pero los finales felices son aburridos. Sí, que no haya muerto es un final triste. ¿Por qué? Porque no logró su objetivo. 

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