martes, 22 de octubre de 2013

UNA NOCHE PARA SER LIBRE

   Él estaba un poco aturdido por la excitante mezcla de drogas y alcohol; además, las luces que se encendían y apagaban y el volumen al máximo hacían de ese ese momento una experiencia única. Esa noche se había marcado un paradigma en su vida: se había dejado llevar por las circunstancias. Ya no luchaba contra el enemigo de la inmoralidad, ni tampoco contra su conciencia. Se unió al placer momentáneo. Comenzó a vivir en excesos. ¿Cómo es posible que las drogas —legales e ilegales— que uno olvide todos sus problemas? Adriano estaba tan libre que ni siquiera reparó en esa pregunta.

   Todo era muy simple: en ese momento él era completo. ¿Por qué completo? Porque no necesitaba nada, y podía hacer todo. Y todo lo que quería hacer era conocer a la mujer que estaba en aquella esquina que no albergaba a nadie más que a su propia esbelta silueta. La divisó a los lejos. Podía ver sus labios rojos encendidos incluso en la oscuridad. Ella era blanca como la nieve... esperen, ¿como la nieve? ¡De ninguna manera! Ella era blanca como la mejor cocaína. Nada podía detenerlo. 

   Adriano era dueño de sus acciones, y, por el momento, sus decisiones se ejecutarían sea como fuese. El corazón le latía a mil; otra razón más que indicaba cuán vivo estaba esa noche. Sabía que la mañana siguiente sería el mismo de antes. La oportunidad tenía fecha de caducidad, y esta era muy pronto. 

   Se acercó, tocó su rostro, y le preguntó su nombre. 
   
   —¿Cómo te llamas? Yo soy Adriano. 

   —Hoy no tengo nombre —dijo ella con una sonrisa escueta.

   Él pudo observarla en su totalidad. Tenía el cabello negro y un tanto ondeado. Los tatuajes en el cuello le daban una apariencia sumamente sexual. Lo anterior se completa con el pequeño vestido de cuero que marcaba y apretaba todo su cuerpo. Era delgada, pero tenía una forma artística. Ella era lo más cercano a la perfección, ¿o a la perversión? Quizá ambos términos estén relacionados. 

   Él quiso continuar la conversación. 

   —Así que no tienes nombre... Genial, no quedarán pruebas del delito o pecado. 

   —Así es —dijo ella de forma entusiasta.

   —¿Te puedo besar? 

   No recibió una respuesta literal, pero ella asintió acercando sus labios a los suyos. Tenía un aliento cálido que él sentía delicioso. Se propinaron unas caricias bruscas. Cada uno quería tener el control de la situación. Él cogió sus caderas y la frotó contra su cuerpo. La tocaba con el afán de tener el dominio, pero fue ella quién se adueñó de la situación. Después de todo, Adriano era un novel en ese tipo de experiencias.  

   Sin duda aquel beso con aquella chica, que desaparecería en unos cuantos minutos, fue el mejor que había recibido hasta esas alturas de su jodida vida. Ella besaba como ninguna. Tenía la lengua más rápida y atrevida. Podría decirse que —si tratáramos de hacer una conceptualización algo divertida— era una máquina de fabricar erecciones. Lamió sus labios y encías. Lo mordió hasta las orejas; causando, a cada momento, que él se estremeciera de placer. Esa lengua llegó hasta su garganta y, de alguna forma, violó la boca de su compañero de la noche. 




martes, 8 de octubre de 2013

HAY UNA CHICA BONITA



     Yo tengo muy claro que los muertos no reviven (a menos, claro está, en el día del juicio final), pero siento que eres un fantasma que no deja de jalarme las patas. Lo anterior es una didáctica analogía que trata de conceptualizar lo que me pasa contigo; pues tengo el síndrome de todo me recuerda a ti. Esperen, creo que estoy exagerando. Digamos que esporadicamente te recuerdo. Eso es, mi problema es que a veces vuelves a joder mi felicidad. 


      Amiga, tú ya no me pareces bonita, claro que no. Ya no me gusta como actúas, claro que no. Entonces, ¿qué es lo que quiero de ti? No sé. O sea, siempre he sido de superar rápido, no tengo idea de qué es lo que pasa. Lo peor es que cambio de parecer a cada momento, porque ahora pienso que sí te he superado. Además, no hay nada que superar. Suena tan patético eso de superar

      Lo bueno es que me gusta otra persona. Tal vez ella lo sabe. Como soy un poco bromista, tal vez no lo ha tomado en serio. Esta nueva chica es bien linda, bien mala, bien dulce... Me gustan las personas que son buenas y malas a la vez. Supongo que las identifico conmigo. Creo que yo aspiro a ser un bueno-malo, aunque, por ahora, soy todo un bonachón. 

     Pero tengo la sensación de que, posiblemente, la nueva chica no me haga caso. Tampoco es que me preocupe demasiado eso. En este momento de mi escasa vida, no me importa tanto estar con alguien. No sé si me he vuelto un aburrido, pero solo no me siento mal. No obstante, creo que necesito conocer gente de modo urgente. Estoy a punto de acabar mi primer año universitario, y espero que este verano sea el mejor hasta ahora. Por eso, con el tiempo, tal vez le diga a la chica bonita para salir. ¿O debería intentar con el pasado? No, ¿no? Ya muy aburrido.

Solo falta saber con exactitud a quién dedicar la imagen...

martes, 1 de octubre de 2013

REHUSARSE A SER NADA

  

   Sus manos ásperas y cálidas hacían un gran contraste con el metal frío y liso. Sentía que el revólver tenía una especie de vida propia. Era un ente inanimado, pero que se expresaba de una manera que no lograba comprender. —¿Qué quieres que haga? —Dice Adriano, mientras mira su arma de forma vacilante. Evidentemente, él no recibe una respuesta.    
   
   Explotaban sus sienes, las gotas de sudor lo empapaban tanto como las lágrimas y no podía mantenerse inmóvil. Era un momento de total perturbación. Cada instante era infinito y a la vez totalmente efímero. Él se preguntaba si sería conveniente hacer ese acto de cobardía. A la vez, pasaba por su cabeza el que, posiblemente, ni siquiera merece la muerte… No merece absolutamente nada. Qué deshonra para la munición que, tal vez, acabaría con su vida.
   
   Adriano recuerda la siguiente frase: “Todas las crisis son pasajeras”. Pero, a modo de objeción, piensa que eso es válido solo para quienes están vivos. Él ha muerto. Su espíritu se ha desvanecido, ella se lo ha llevado. ¿Cuál es el sentido de que alguien siga en este infierno llamado mundo si ya no tiene las armas para luchar? Por supuesto, es una visión muy pesimista de la vida, sin embargo, no olvidemos que él ya no la tiene.
   
   Trata de tener un momento de lucidez y se pregunta si sería justo para quienes lo aman. Lamentablemente, se da cuenta que ya nadie lo hace. Él es el único que ama, aunque, en este instante, siente que sus sentimientos se están esfumando y siguiendo los pasos de su alma. 
   
   No está dispuesto a convertirse en un ser mecánico, en un esclavo más de la vida, en un sistema biológico simplemente. Las drogas ya no hacen el efecto deseado, el alcohol ya no calma el dolor, los sueños ya no le proporcionan el olvido y los libros ya no lo convierten en otra persona. 
   
   Estuvo en la cima, pero ahora está en el suelo lleno de colillas y orines. ¿Será verdad que siempre se puede? Ojalá hubiera siempre otra oportunidad. Nadie puede entender la vida en su totalidad, ni siquiera un puñado de esta. Tal vez caes y jamás te volverás a levantar. Quizá tu lugar es estar abajo, soportando el gélido y duro suelo. 
   
   Adriano, luego de la anterior reflexión, se termina de decidir. Piensa que tomar una decisión tan importante que puede cambiar su destino sería levantarse del llano. Al fin sus decisiones adquirirían una cierta importancia. Él sería el protagonista y el ejecutor de un evento tan trascendental. La espera terminó. Cogió la pistola y la puso exactamente al centro de su frente. Evitó pensar más, no quería arrepentirse, no podía retroceder otra vez. Solo se limitó a decir el nombre de aquella chica. Jaló el gatillo y soltó…
   
   La ruleta rusa no había sido efectiva. Seguía respirando, estaba ileso. Pero no sentía alegría, tampoco pensaba que era una señal divina. ¿Lo intentará otras vez, pero de forma certera?




Este final no me ha dejado satisfecho, aunque yo lo haya escrito. Al inicio pensaba en la sangre saltando a los lados como fuegos artificiales. Pero los finales felices son aburridos. Sí, que no haya muerto es un final triste. ¿Por qué? Porque no logró su objetivo.