Soy de quienes piensan que, generalmente, no hay segundas oportunidades —al menos si se refiere a darlas—. Si te fallan una vez, lo harán muchas más, ¿no creen? Pero el tema es mucho más complicado que tan solo negarse a volver a confiar en alguien y voltear la cara. ¿Qué pasa si realmente se quiere dar nuevamente el voto de confianza? Es ahí cuando el maldito (o bendito) orgullo saca las garras. Si lo pensamos con la cabeza muy fría, podemos notar que a veces vale la pena perdonar y, además, volver a entregarse a esa persona.
Obviamente todo depende de la gravedad de lo que te hayan hecho. O sea, tampoco vas volver con alguien que te ha puesto los cuernos por una gran temporada, no abrazarás a ese padre o madre que te dejó a tu suerte ni le darás tu confianza nuevamente a aquel amigo que contó tus secretos y trató de joderte un poco la vida de la pura envidia. Ya me sé de memoria ese floro de que debemos de perdonar, el rencor es malo y la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena.
Tampoco digo que estemos pensando todo el tiempo en lo malo que nos han hecho, que calculemos cómo dar el golpe de retorno, que seamos maquiavélicos y planeemos la mejor forma de incurrir el mismo dolor recibido... Claro que no. Amigos, si en algo yo creo es en el perdón. Eso sí, perdonar —según yo— no es ir abrazando al nuevo enemigo, ni estar cachete con cachete con el puñalero. Perdonar es aceptar y reconocer lo que te hicieron, es no buscar un mal igual o similar en el otro, es dejar todo al destino, al karma. Incluso puedo decir que el perdonar nos lleva a dos caminos: a) la reconciliación absoluta y b) el olvido e indiferencia.
Si ya me dañaste, yo no estoy obligado a seguir portándome igual. Te perdono porque quiero liberarme, porque no vale la pena cargar con algo dentro de mi ser. Creo que es suficiente castigo que me pierdas. Yo decido si eres lo suficientemente valioso(a) en mi vida como para dejar todo atrás y comenzar de nuevo. Si vuelvo, es para no reclamarte. No seamos estúpidos, no es justo sacar las cosas en cara. La vida sigue y tú tomaste la decisión de perdonar e intentar que todo sea como antes.
Solo quiero que quede claro que no estoy haciendo apología al perdón ni nada de eso. Yo creo que cada quién sabe cómo llevar mejor los procesos de su vida. Si odias a alguien, por algo será y de seguro es legítimo. Perdona si te da la gana. Si quieres véngate. Tan solo haz lo que tengas que hacer, tú conoces qué es lo más indicado.
Esta imagen no tiene tanto que ver con el tema, pero me gusta mucho. Además, ya sabes, hay que olvidar las penas bebiendo alcohol. Perdona si quieres o, si no, odia y todo bacán. #YOLO